"...en medio de la prosperidad económica,
sufrimos de hambre espiritual."
Norman Vincent Peale
"La vida no es aceptable
a no ser que el cuerpo y el espíritu vivan en buena armonía,
debe haber un equilibrio natural entre ellos
y deben experimentar un respeto natural el uno por el otro."
David Herbert Lawrence
"La grandeza de un hombre
estriba en la fuerza de su espíritu."
Anónimo
Tal vez el principio más importante y a la vez el más olvidado es este: la importancia de que nuestra vida interior esté en balance con la exterior. Tristemente hay muchas personas que muestran una maravillosa vida hacia los demás, pero por dentro sus vidas son un completo desastre. De lo que hay en el corazón del hombre, mana lo que se mostrará hacia los demás. Nuestro carácter se basa en la fuerza de nuestro espíritu. Y nuestro espíritu es el hálito de vida que Dios sopló en nosotros cuando nos creó. Por eso, para energizar nuestro espíritu debemos volver a la fuente: a Dios mismo.
Debido a que somos cuerpo, alma y espíritu, es importante que si deseamos éxito en la vida, debemos tener todas las áreas en balance. Ya estudiamos los principios relacionados con el alma y el cuerpo, ahora veremos el principio relacionado con el espíritu. Y ya que el espíritu es nuestra conexión con Dios, aquí viene a ser importante la evaluación de nuestras creencias. Sin embargo hay que hacer una alcaración acá: ser personas espirituales no tiene nada que ver con ser personas religiosas. Mientras que la religión y la religiosidad se basan en las reglas y lineamientos de una religión o doctrina, la espiritualidad se basa en la relación que tenemos con Dios y el cómo la reflejamos hacia los demás. La religiosidad nos puede llevar hacia el legalismo y la discriminación. La espiritualidad necesariamente nos llevará a una mejor relación con Dios y los demás.
- Es la fuente de nuestra fortaleza: Nuestra fortaleza emocional y personal depende de nuestra fortaleza espiritual. Las personas que tienen un claro sistema de valores y principios espirituales, suelen ser más exitosas, ya que tienen de dónde fortalecerse cuando las cosas no salen como lo esperaban. Todo en nuestra vida, cada área de ella, depende de nuestro estado espiritual. Cuando tenemos claro quienes somos y para qué existimos, es mucho más fácil enfocar nuestra vida hacia el éxito. La espiritualidad nos ayuda a encontrar esa fuente de fortaleza y propósito para la vida.
- Es la base de las sociedades que perduran: Todas las sociedades y empresas que han perdurado, son aquellas que han fundamentado sus principios y valores en principios y valores espirituales universales. Los principios universales dan confianza y credibilidad, porque ya han sido probados y aprobados a lo largo del tiempo, y se sabe que no solo funcionan, sino que generan la base para cualquier relación de confiabilidad.
- Es el secreto de nuestra satisfacción: Cuando nuestra vida está fundamentada en estos principios nos volvemos más confiables y generamos mejores relaciones. Nuestra palabra cobra sentido y credibilidad. Eso genera una mayor satisfacción en nosotros.
Cuando se habla de fe, muchas personas creen que se está hablando de iglesia o religión. Sin embargo, la fe es más que asistir a una iglesia o cumplir los ritos de una religión. Cuando se trata de fe, se trata de creer. Creer en un Dios que está a favor nuestro y bos ha dado un propósito en la vida. Creer que ese mismo Dios quiere lo mejor para nosotros y que todos los procesos que vivimos en la vida tienen el propósito de hacernos crecer; que son para bien. Creer también es confiar. Entender que la palabra que ese Dios dió, la cumple y que en ello podemos descansar. Además de eso la fe nos permite tener:
- Un lugar de pertenencia y un sentido de comunidad: Cuando nos adherimos a una creencia y empezamos a compartir con otros que tienen las mismas creencias, encontramos una comunidad en la cual tendremos el apoyo espiritual y emocional necesario para seguir creciendo. Ser parte de algo más grande que nosotros nos permite trabajar en equipo con otros por el bienestar de todos y de otros. Nos permite dar, de lo que hemos recibido.
- Un sentido de propósito y misión, por el cual vale la pena morir: A través de los principios universales y la creencia en Dios, podemos encontrar claridad sobre la razón de nuestra existencia y el propósito de nuestra vida. Saber quién soy y para que existo, ayuda a definir metas claras de vida, que me permitirán ser más efectivo y trabajar en algo que me apasiona y me llena, al punto que renunciamos a todo lo demás, con tal de alcanzar esos deseos concretos.
- Una perspectiva de vida positiva y contentamiento: Cuando abrazamos una creencia en un Dios, como el Dios de la Biblia, el Dios que habla de que él mismo es amor y de la importancia de amarnos los unos a los otros, cambia nuestra perspectiva de vida. Si entendemos que fuimos creados a la imagen de ese Dios, para ser como él, con muchas de sus características: creatividad, amor, autoridad, etc., veremos que nuestra forma de ver la vida cambia. Cuando comprendemos su cuidado por nosotros y su creación, aprendemos a estar más satisfechos con todo, pues entendemos que todo lo que vivimos en la vida nos puede servir para bien.
Concéntrese en 'ser', antes que en 'hacer'
Es importante hacer acá una aclaración y advertencia. La mayoría de personas se enfocan en la vida en hacer muchas cosas para alcanzar el éxito. Pareciera que la idea es que, mientras más ocupado estés, más exitoso serás. Sin embargo, la realidad es diferente. Mientras más ocupado estás más pierdes de ti mismo y de la vida. Muchos grandes empresarios perdieron sus familias, sus hijos, sus relaciones, porque estaban tan ocupados en ser exitosos, que se olvidaron de ser ellos mismos. Al final de sus días, la mayoría concuerda en que les hubiera gustado pasar más tiempo con sus hijos o su esposa o con amigos. Cuando le damos importancia al cultivo de nuestra espiritualidad, nos damos cuenta que pronto cambian nuestras prioridades: de pasar a enfocarnos en el 'quehacer', pasamos a comprender la importancia y relevancia del 'ser'. Las personas realmente exitosas no han sido tanto las que han hecho mucho, sino las que han sido grandes. Trabaja en ti mismo, en ser quién debes ser, con todo tu potencial, con todo lo que puedes dar... el resto vendrá por sí solo.
Cultive la espiritualidad, no la religiosidad
Hay una gran diferencia entre religiosidad y espiritualidad. La religiosidad suele estar relacionada con una religión y un lugar de culto a un dios específico. La espiritualidad en cambio no debende de lugar ni grupos religiosos específicos. Simple y llamamente depende de nuestra relación directa y personal con Dios. La religiosidad espera de ti un comportamiento externo de cierta forma; está basado en reglamentos y normas que deben ser cumplidas para que 'des la talla'; pretende ser perfecta, pero es estática y no se desarrolla; es cerrada (solo puedes ser parte, si perteneces a cierto grupo), secreta (no todo el mundo sabe lo que sucede en realidad) y se convierte en una parte privada de nuestras vidas, que pocas veces compartimos con otros, o que nos lleva incluso a alejarnos de los demás; y suele ser dominante, negativa y manipuladora. La espiritualidad en cambio, fortalece el carácter interno de las personas y les ayuda a ser mejores personas; se relaciona con Dios y con los demás; es progresista y va generando crecimiento; genera una actitud sincera y transparente, te permite ser tu mismo; y además es atractiva y convincente. Si usted desea cultivar una espiritualidad sana, trabaje en lo siguiente:
- Tome tiempo para hablar con Dios y escucharle: Saque tiempo en su agenda para pasarlo hablando y escuhando a Dios. Medite, lea la Biblia y ore directamente a Dios, Y permítale a él que le hable a su corazón y espíritu. Haga de ello un hábito.
- Medite en lo que él tiene que decirle: Escuche lo que Dios le dice y medítelo: Piense en lo que debe cambiar o hacer diferente. Aproveche ese tiempo para evaluarse a sí mismo y generar acciones concretas de cambio.
- Exprese su fe y creencia en él: Muestre su fe al reunirse con otros que tengas las mismas creencias, al mostrar el amor de Dios con su ejemplo a quienes le rodean y al contarle a otros de sus experiencias y crecimiento espiritual, pero siempre sin forzar a los demás a creer lo que usted cree. Sea siempre respetuoso, entendiendo que Dios mismo es quién se encarga de convencer a los demás a entrar en una relación con él.
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